UN CAFE EN VIETNAM

ENRIQUE CORDOBA

Saboreo con gusto un café vietnamita en Ho Chi Ming City, la antigua Saigon, en esta mañana de sol y 25 grados C.  

Cómodo, junto a la piscina de la casa de Raul y Yumar, mis amigos banqueros, —mexicano y venezolana—, escucho el ruido del vecindario de Thao Dien, que se levanta para cumplir con la agenda de este viernes.

Australia, Nueva Zelanda, Indonesia, Malasia, Cambodia, Vietnam, con sus imágenes, cielos, sonidos, cocinas, historias y amigos se cruzan en mi mente. Fechas, anotaciones, grabaciones, filmaciones, entrevistas, reportajes para radio a la madrugada de nosotros en este confín del mundo, cuando en Miami están desayunando, almorzando o de Regreso a casa, con impresiones de la vida en estas ciudades, cambios de moneda, aeropuertos, horarios, destinos, hoteles, guías, restaurantes, mercados, taxis y amigos a quienes debemos las gracias por ser más amigos en el Asia y Oceanía.

Cómo sintetizar en dos palabras que en Australia se vive sin afanes y con calidad de vida; y que Nueva Zelanda es como vivir en un gran bosque natural de verdes inmaculados, islas preciosas, con gentes que se van a la cama temprano porque no pasa nada.

Cómo describir las bellezas de Bali, una isla paradisíaca, de templos y gente cordialisima, de artesanos que trabajan el oro, textiles y la madera con finura, de atardeceres en la playa, de casas privadas en forma de pagódas hinduístas y turistas australianos que la encuentran muy cerca para tomar cerveza y hacer compras, unidos a soñadores llegados de todo el mundo.

Camboya es como la mujer misteriosa a la que el turista quiere descubrir en poco tiempo, porque no pensó que le conquistaría su gente amable, la naturaleza, su cultura, su espiritualidad y sus templos de Angkor Wat.

Necesito un libro para decir que Vietnam es una locomotora económica que asombra desde la llegada. La Old City afrancesada y llena de callecitas de Hanoi, Ho Chi Ming, los museos de la Guerra, con los tesoros de la historia cruel del hombre desnaturalizado del siglo XX. Tuve al alcance de mi mano en el Palacio Presidencial el despacho de gobierno, el escritorio, las salas de reuniones, los viejos equipos de comunicaciones, los teletipos, teléfonos, los mapas con el número de tropas y ubicación en el terreno, el bunker, pasillos y puerta de escape y el centro de inteligencia militar de la Guerra de Vietnam. Está el dolor, queda el futuro, Nuevo capítulo. 

Vietnam es un país que se transforma en taller, factoría, mercado, almacén, tienda: todos compran, todos venden. «Es el tercer país con mayor crecimiento de Asia», me dijo un banquero latinoamericano. 90 millones de habitants, 60 % menores de 30 años. En menos de 10 años Vietnam será una «Chinita». Grandes inversions de Japón y Corea. En Latioamerica todo se discute, todos roban y una carretera se hace en 20 años. Aqui también hay corrupción y pobreza, pero el progreso es visible. No son miles, son millones de motos y bicicletas. Las ciudades viven desfiles intermitentes de motos. Hombres, mujeres, niños, todos van en moto, es un espectáculo. Asombroso! no hay accidentes, ni agresividad. No hay robos, no siento la inseguridad.

Tengo que bañarme, me espera una visita a los túneles por los que se movian los vietnamitas durante la guerra.

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