Madeira, jardín oceánico de Portugal

ESPECIAL/EL NUEVO HERALD

Madeira y Porto Santo, ubicadas en el Océano Atlántico, son dos islas de exóticos paisajes, clima suave, y variadísima gastronomía además de ser dos reconocidos paraísos para los amantes del vino.

Pertenecen a Portugal y a la Unión Europea y reciben un millón de visitantes cada año, procedentes especialmente de Inglaterra, Alemania y Escandinavia. Los portugueses bautizaron a una de ellas como isla de Madeira –que significa madera– por la gran cantidad de bosques con los que cuenta.

Madeira es la mayor de las islas, con 741 km(s2) de superficie y donde está localizada Funchal, la capital. La isla de Porto Santo dista 40 kilómetros al noroeste de Madeira, y es la segunda en superficie con 42 km(s2).

Porto Santo, brinda al turismo nueve kilómetros de playas espectaculares y guarda memorias de la vida de Cristóbal Colón. Aseguran que «de sus navegantes aprendió a conocer el océano, entró en el negocio del azúcar y frecuentó rutas comercializales entre Islandia y Madeira». Afirman las fuentes que «de su unión con Felipa Moñiz nació en 1,482, en Porto Santo, su sucesor Diego Colón».

Madeira y Porto santo, con otras tres islas deshabitadas, llamadas las Desertas y junto con el archipiélago de las Islas Salvajes forman una Región Autónoma, a menos de 400 kilómetros de Tenerife, 860 Kilómetros de Lisboa y 770 kilómetros de las islas Azores.

Existen leyendas románticas respecto a Madeira, como una que habla de dos amantes ingleses quienes huyeron de sus familias rumbo a Portugal y la tempestad arrastró el barco hasta la playa de Machico. Desde entonces quedó la tradición y muchos enamorados escogen pasar su luna de miel en la privacidad de las playas madeirenses.

Sin embargo fue el matrimonio de Catalina de Braganza y Carlos II de Inglaterra, en 1662, lo que disparó el deseo de conocer el exquisito lugar en las clases altas y gente adinerada de Europa.

El acuerdo matrimonial permitió a Carlos II tomar posesión de la isla. El vino de Madeira adquirió prestigio y fue el único vino autorizado para ser exportado hacia las trece colonias americanas, con la condición de que fuera transportado en los barcos ingleses. Esta exclusividad despertó el interés de muchos Ingleses en Madeira y terminaron fundando grandes dinastías: los «Blandy» y los «Leacock».

Los viñedos prosperaron muy rápidamente en el fértil y volcánico suelo de la isla, bañado por abundante agua, después, los portugueses trajeron cepas de Malvasía de Creta, que cultivaron junto con caña de azúcar importada de Italia, entre los años 1420 y 1427.

Madeira es una isla que deslumbra al visitante desde el momento en que el avión se posa en un imponente aeropuerto que tiene la mitad de la pista de 2,781 metros de longitud, construida sobre el mar. Según los expertos este es un monumento a la ingeniería y consta de 180 pilares, con tres metros de diámetro cada uno, y cincuenta metros del altura.

El capitán de la aeronave de TAP, Carlos Rodríguez me permitió acompañarlo en la cabina del avión en el momento del aterrizaje, en el aeropuerto de Funchal. La experiencia fue sensacional. Especialmente porque pude apreciar la geografía montañosa de la isla, ver el contraste de minifundios verdes, y los acantilados pronunciados que caen a un mar de azul intenso. Cabo Girao, al oeste de Funchal, es el segundo acantilado más alto del mundo.

Desde la llegada salta a la vista el orden y la limpieza en las calles. Hay flores silvestres por doquier: en las casas, en los bulevares de las ciudades y a lo largo de las autopistas. Las ciudades se distinguen por las casas de paredes blancas y tejados de color ladrillo.

Además de su belleza natural, impresiona positivamente la adecuada infraestructura de sus modernas carreteras y un centenar de túneles abiertos sobre roca viva, que acortan las distancias entre Funchal, Porto Moniz, Rivera Baja, Punta Do Pargo, Santa Ana, Punta Delgada y Cámara De Lobos, que son las ciudades principales. Viajar por la isla es uno de los atractivos que más satisfacen a los turistas, por que les permite disfrutar los paisajes espectaculares de las diferentes regiones de Madeira.

Antonio Pereira, oriundo de Punta do Pargo, municipio donde un consorcio británico está planeando construir el campo de golf más grande de Europa, fue nuestro guía por los pueblos del interior y la periferia de la isla.

En Monte, vimos el lugar donde vivió y murió el último emperador austro-húngaro, enterrado en la iglesia de Nossa Señora do Monte. Por la carretera de montañas en dirección al oeste llegamos a Santana, una población de típicas casitas triangulares pintadas de vivos colores, que figuran en las postales turísticas. Uno de los destinos más hermosos de la isla es Porto Moniz, y para llegar hasta allí, transitamos en dirección al este por una carretera que atraviesa en descenso 19 kilómetros de túneles y cascadas. El turista encontrará piscinas naturales con agua de mar y buenos restaurantes. Los platos de pescado más refinados de la cocina madeirense son: filete de pez espada, lapas grilladas, filete de atún y atún en escabeche. Hay otros, a base de carne, como la tradicional `espetada’ o la `carne con vino y ajos’, acompañados por el típico `milo frito’ y el sabroso «bolo do caco». Es aconsejable recorrer la isla para confirmar el aprovechamiento del más mínimo pedazo de ladera. Siembran caña de azúcar, bananas, flores exóticas, frutas –mangos, papayas, piñas, guayabas, maracuyá, aguacate– y café. Llueve en otoño y en primavera caen grandes tormentas.

Elio Camirra, enólogo de San Vicente, reconoce que el vino Madeira de fama mundial, es uno de las principales fuentes de ingresos económicos del área.

Explica que las cepas de malvasía fueron introducidas en el siglo XV, pero son los ingleses a lo largo de los siglos quienes han realizado la comercialización, y son junto con los Estados Unidos, los principales consumidores de los vinos.

De acuerdo con la literatura local, fue con vino de Madeira que Jefferson brindó por la independencia de Estados Unidos el 4 de julio de 1776 y por una copa de vino perfumado de Madeira, Falstaff de Shakespeare vendió su alma al Diablo. «En el año 1800 ya se habían enviado nueve millones de botellas de vino de Madeira a Estados Unidos», registra un documento del Museo del vino de la isla, ubicado cerca de la casa donde murió en 1973, el gobernante cubano, Fulgencio Batista.

Alberto Joao Jardin, el gobernador de la isla ha sido reelecto en el cargo desde hace treinta años. «El es artifice de la modernización y organización de la isla», sostuvo un hotelero de la capital.

La población es de 260,000 habitantes y gozan de una muy buena calidad de vida, y eficientes servicios de las oficinas de gobierno.

Madeira, tambien tiene casinos. Entre los famosos que la han visitado están: Churchill gozó unas vacaciones en el emplemático Hotel Reid`s de Funchal, en 1925 y 1950, y el autor teatral George Bernard Shaw, vino a la isla escribir sus memorias. Tambien la conocieron el marino James Cook, y la emperatriz Sissi.

Joao Gonçalves y Tristao Vaz Teixeria, tomaron posesión de la isla en 1419 en nombre del rey de Portugal, Juan I.

Los juegos de media noche del 31 de diciembre del 2006 de Madeira, figuran en el libro de Guinnes como el mayor espectáculo pirotécnico del mundo.

La celebridad más conocida de Madeira es Cristiano Ronaldo, considerado el mejor futbolista del mundo, transferido al Real Madrid por 130 millones de dólares.

En Madeira se toma buen café, le dicen pingado, pingadiho, o garoto, al cortado, y «meia bola» al whisky. Madeira es un destino seguro y un lugar del que los visitantes salen encantados.

Madeira se levantó de la pobreza y la ruina de mediados del siglo XX, para convertirse en «el jardin flotante del Atlantico».

 

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