TREN DE OLLANTAYTAMBO A MACHU PICHU

Este fue un viaje soñado. Machu Pichu, era una de las cimas que siempre quise conquistar. Viajamos de Miami a Lima y de allí volamos a Cuzco.

Al día siguiente hicimos un recorrido espectacular en tren, con vagones en vidrio que dejaban ver el cielo, la corriente del río Urubamba, a lo largo y paralela a la carrilera del ferrocarril, y la belleza de la cordillera de los Andes.

Al amanecer del segundo día, madrugamos para estar a tiempo tomando el bus, y llegar y comprar los tickets, en la entrada principal donde comienza el tour de Machu Pichu. Calculo que ese día subían con nosotros unas doscientas personas, que nos presentamos con ropa de campaña, cargados de emociones, mochilas, cámaras y la idea de ser los mejores montañistas.

Algunos contrataron guías, que amablemente se ofrecen para también llevar la carga de los visitantes. Cuando salió el sol ya estábamos en las laderas, alucinando, ante tanta belleza de la naturaleza, tomando fotos y en medio de la peregrinación.

Subimos a buen paso, con un moral, varias botellas de agua y pendiente de Maripaz, mi esposa y una pareja de amigos, Willie y Beatrix Retana, mucho más jóvenes que yo, pero creo que con menos entrenamiento físico que yo.

Históricamente, Willie Ernesto solo me gana traduciendo a Shakespeare, en los concursos de trivia en los cruceros, cantando karaoke y tomando cerveza. Subiendo montañas y nadando siempre lo dejo regado.

Pues bien, tardamos dos horas y pico, en pisar el techo, y una vez allí arriba, la emoción aceleró nuestros corazones, y la felicidad fue colectiva. Habíamos subido “eslabón a eslabón y paso a paso”, como en el poema de Neruda. Gentes de una docena de países no lo podíamos creer.

En la cúspide. Abrazándonos, admirando el paisaje y reconociendo la proeza de los incas. Vivieron allí, cerca al firmamento y construyeron esas fortalezas y los caminos. Nos dejaron una historia que toca el cielo con la belleza y el verde de las montañas. Willie y Beatriz, y Maripaz, también irradiaban felicidad.

Luego de la bajada, mucho más trabajosa, exclamé: este viaje hay que hacerlo de joven. Claro, estuve casi una semana adolorido de las rodillas. Pero lo hicimos y en buen tiempo, según me dijo el guía. Luego rendimos homenaje, fotografiando la placa de Hiram Bingham, quien descubrió Machu Pichu, el 24 de julio de 1911. La crónica de este viaje, la tengo iniciada, y aparecerá en mi próximo libro de aventuras por el mundo.

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