ENRIQUE CORDOBA: Un mundo de culturas

ENRIQUE CORDOBA: Un mundo de culturas

BY ENRIQUE CORDOBA

«Un niño no se exilia, se lo llevan. Se exilió mi padre», dijo el poeta y escritor español Tomás Segovia y me acordé de muchos amigos cubanos que viven en Estados Unidos y les sucedió lo mismo: la aventura que emprendieron sus padres al abandonar la isla fue una decisión que impactó sus vidas.
Es obvio que nuestras vidas están hechas, de alguna manera, a la medida de nuestros progenitores. Pero hay circunstancias que son abruptas y producen un rompimiento, como es el hecho de abandonar la patria a cambio de una esperanza.
Por esa razón Miami está construida un poco con trizas de ese desgarramiento. Las dictaduras, la falta de libertades, el monopolio del poder por un sector, la corrupción endémica, la inseguridad creciente y el círculo vicioso de la falta de oportunidades son factores que desplazan gente hacia estas tierras. Cada familia que sobrevive en Miami tiene la impronta de una frustración. Esos desengaños tienen nombres de gobernantes, instituciones o figuras que han robado las ilusiones de los pueblos.
«Si me preguntan qué añoranzas tengo de ese país, al que no me gusta llamar patria, vaya, pues qué les digo, de Valencia donde nací, en Madrid donde me crié hasta los diez años, en Marruecos a donde huimos o en México a donde llegué a los trece años; aquel que me habla de añoranzas me da desconfianza». Fueron palabras que le escuchamos a fines de noviembre al poeta Tomás Segovia en el coloquio «Desde allí y hasta acá, México como tierra de acogida», durante la Feria del Libro de Guadalajara. Segovia, nacido en 1927, llegó durante la guerra civil de 1939 y hoy se considera un «ciudadano del mundo».
Le siguió Jorge Volpi, el escritor mexicano quien comentó su experiencia junto a españoles y otros estudiantes latinoamericanos y confesó: «Descubrí Salamanca pero también uno se descubre consigo mismo, como un mexicano en otro país. Pero debo admitir que descubrí América Latina en Salamanca».
Jean Marie Gustave Le Clézio, ganador del Premio Nobel de Literatura 2008, nació y creció en Niza, «con desconfianza hacia la vida y los intelectuales abstractos de París». El escritor proviene de una familia bretona que emigró a la isla Mauricio en el siglo XVIII. De padre inglés y madre francesa, aseguró que «lo intercultural no es por casualidad un aspecto positivo de la isla Mauricio. Es una república de un millón doscientos mil habitantes en una pequeña superficie, poblada por olas de inmigrantes. Era desierta antes que los holandeses llegaran primero. Después los franceses se quedaron dos siglos, hasta que fueron derrotados por los británicos, fue una de las derrotas de Napoleón. A lo largo del tiempo fue poblada por gente de India y Pakistán». Expresó que «ahora la proporción es de 60% indios, 30% de origen africano, Madagascar, y unos pocos sobrevivientes de origen francés; es una tribu en extinción», dijo. «El resultado de esa mezcla es la necesidad de aceptarse el uno al otro y conocerse. No sólo aceptar sus diferencias étnicas, de color de piel, sino las diferencias de usos, de costumbre y de religión».
«Lo intercultural es algo bueno, no es una utopía, ya existe», insiste Le Clézio, que lidera una fundación para fomentar la interculturalidad en isla Mauricio.
Sostiene que su generación «es consiente de los progresos interculturales» debido a que nació después de la II Guerra Mundial.
Contó que la generación de su abuela, nacida al este de Francia, «tenía la convicción que el malo absoluto era alemán, que el inglés era la duplicidad, que el norteamericano era grosero e imperialista; estaba convencida de esto».
«La ironía –señaló– es que mi abuela se casó con un británico y así perdió la nacionalidad francesa. Mi padre era de isla Mauricio y estaba convencido de lo malo de la colonización, después de pasar su vida como médico en las colonias de Africa».
El escritor francés se refirió a la «pobreza y restricciones que confrontó en su juventud» y de como su «mejor compañero de secundaria fue llevado al ejército y murió en una barraca de Argelia, en las guerras coloniales, ametrallado por los rebeldes».
Le Clézio, que vivió en Zamora, México, sostiene que «el papel de la literatura no es ofrecer curaciones, sino mostrar el lugar donde se siente el dolor de cabeza».
«No puedo imaginar un mundo sin novelistas», concluyó.

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