ENRIQUE CORDOBA: Retos del mundo árabe

ENRIQUE CORDOBA: Retos del mundo árabe

BY ENRIQUE CORDOBA

Qué suerte tienes de no haber nacido bajo estas costumbres, le comenté a mi mujer, al notar cerca de nosotros que el velo les cubría toda la cara a varias mujeres de nuestro alrededor. Algunas lucían el rostro descubierto, especialmente las jóvenes, otras veían a través de una malla o un pequeño orificio.
Al frente del litoral africano contempábamos una hermosa puesta del sol sobre el océano Atlántico. Caminábamos esa tarde por la explanada junto al minarete de la mezquita Hassan II de Casablanca –el más alto del mundo–, en Marruecos.
Afortunado tú también que puedes escribir con libertad contra el alcalde Carlos Alvarez o criticar a los políticos de Miami sin temor a que te pongan preso, respondió.
Enseguida ella ingresó por la puerta de las mujeres y yo por la de hombres. Dejé los zapatos a la entrada y caminé descalzo por un piso cubierto de alfombras y me uní a un grupo de musulmanes que oraba respondiendo a los salmos del imán.
Este episodio tuvo lugar en mi viaje de julio pasado, y me viene a la memoria a propósito de la revuelta popular, que acaba de sacar del gobierno de Túnez al dictador Ben Alí, quien se fugó para Arabia Saudita con una tonelada y media de oro. En Túnez explotó la bomba de tiempo alimentada por millones de personas que viven en países de gobiernos corruptos, sin empleo, con hambre y sin libertades.
Por estos días coincidencialmente regresó a Haití Jean-Claude Duvalier, quien se fugó de su país hace 25 años dejandolo en la miseria y el caos. Recién se exilió, decían que el dictador había alquilado un castillo para vivir en Francia.
Lo que me llama la atención es el nivel de oscurantismo político en el que siguen sumidos los países árabes del Medio Oriente y los que recibieron sus influencias culturales en el norte de Africa, los del Magreb. Las árabes fueron civilizaciones precursoras en las ciencias, el comercio, las letras y las artes desde el siglo XI y se quedaron rezagados allí en sus madrasas y mezquitas, entre el velo y las galabeyas. Sus mujeres continúan humilladas y viven bajo la opresión y los partidos políticos son solo alfiles en el tablero de algunos regímenes.
¿Por qué razón hay democracia en Israel y no prospera la democracia en estos países?, me pregunté a mi paso por Jerusalén, El Cairo, Amán, Beirut, Riad, Teherán y Damasco, durante la Primera Guerra del Golfo, en 1990. El caso se extiende para los no árabes, pero islamizados, como Irán y Afganistán.
Túnez, Egipto, Libia y Sudán están clasificados como dictaduras plenas. Jordania, Marruecos y los emiratos son monarquías constitucionales con democracias muy limitadas y totalmente opuestas a las existentes en Europa. Argelia es un estado en descomposición, rico en recursos naturales, pero vive en la violencia. Irak pasó forzadamente de la dictadura de Saddam Hussein a practicar una democracia que aún resisten diversos sectores. Qatar, Kuwait y Arabia Saudita son monarquías absolutas. Yemen es un estado fallido. En Siria desde 1963 gobierna el partido Baath y la familia Al-Assad. Sus vecinos, los libaneses, son fenicios que absorbieron el idioma y la cultura árabes. «Es como si a nosotros, los latinoamericanos, nos dijeran españoles porque adoptamos la cultura de España», argumenta Jorge Manzur, ex congresista de padres libaneses nacido en Lorica, Colombia.
La respuesta a mi inquietud respecto a la falta de democracia en el mundo árabe la encontré en Turquía, que no es árabe, aunque sí musulmana.
omando café en el Hotel Four Seasons, a orillas del Bósforo, el empresario Can Apa me dijo: «La modernización de Turquía se la debemos a Kemal Ataturk. Tuvo una política de europeizarnos y romper con el atraso. Cerró las escuelas teológicas islámicas, abolió la ley religiosa y declaró el estado laico. Impuso un código civil basado en el suizo, el penal en el italiano, y el de comercio lo tomó del alemán. El golpe de gracia lo dio en 1924, y consisitió en eliminar el califato. Desde 1934 las mujeres tienen derecho de votar y que voten por ellas y de ocupar puestos de trabajo oficiales.
Por esto deben comenzar los países árabes que quieran salir de la Edad Media para abrirse paso hacia los nuevos tiempos.

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