ENRIQUE CORDOBA: Una mirada a Japón
ENRIQUE CORDOBA
Viajo de Tokio a Hiroshima en el tren bala Nozomi, que cubrirá los 900 kilómetros en cuatro horas. Me acompañan una parlamentaria de Finlandia y un hindú. Durante el tiempo previo en Tokio los organizadores de esta visita nos han exprimido con un horario militar. Desayuno a las siete de la mañana, reuniones durante todo el día en universidades, grupos cívicos, clubes y movimientos pacifistas. Aun la cena de la noche es un pretexto para dejar los zapatos a la entrada del restaurante, sentarnos en el suelo y seguir respondiendo las inquietudes que tienen de nuestros países y nuestras vivencias.
En los diversos encuentros siempre hay un japonés aplicado que solo escucha y toma nota en un cuaderno.
De la destrucción causada por el bombardero atómico Enola Gay a Hiroshima el 6 de agosto de 1945, ordenado por el presidente Harry Truman con el objeto de lograr la rendición incondicional del gobierno japonés, se conservan los restos de una parte de la ciudad. Sobresale la estructura de un edificio que por causa de la radiación quedó reducido a pedazos de escombros de concreto y varillas de hierro.
En el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki el visitante camina viendo fotografías, reliquias y documentos mientras una voz narra los detalles de aquel horroroso acontecimiento histórico.
Se pueden escuchar testimonios y hay fotografías que muestran cómo era Japón antes y después de la catástrofe que dio fin a la Segunda Guerra Mundial.
A su paso por Miami le pregunto a la gran escritora Anna Kazumi Stahl sobre el impacto del tsunami y me responde: “Lo que está sufriendo Japón hoy demuestra de alguna manera cómo es una cultura que comprende que la naturaleza va a manifestarse así a veces”.
“Tenemos que entender que eso no es algo para sentirnos mal: es la fuerza de Dios, de los dioses. La naturaleza es un espacio de muchos dioses; la divinidad esta ahí, y nosotros somos también la expresión de eso”, afirma.
Anna nació cerca de Nueva Orléans. Su padre, hijo de alemanes, también nació en Louisiana. Su madre es una reconocida cuentista y poetisa y traductora japonesa que escribe tanka y publica obras sobre literatura del siglo XI y XII.
“Tanka es una forma clásica de la poesía”, dice. Explica: “se piensa que solo lo pueden hacer los que tienen un don. Les llaman tesoros vivientes de la nación. Son personas de corazón más normal, más humano, escriben con suma delicadeza. Es una escritura que trabaja con el ideograma, que tiene mucha metáfora, mucha imagen, cosas metafísicas, cosas trascendentales”.
Interesado por los espacios de la construcción oriental, su papá viajó a Tokio en un barco de carga con una carta de presentación de un arquitecto argentino y al llegar en plena posguerra aceptó internarse en un templo para aprender filosofía.
Allí conoció a una joven que rompió el molde de los matrimonios arreglados.
Anna Kazumi explica la razón de esa costumbre: “En el matrimonio uno se entiende como miembro de una colectividad. Primero es la familia y la clase social. Hay una determinada manera en la que uno se realiza, se promueve. Esa comunidad o conciencia colectiva evoluciona, entonces permitir casarse con quien escoge la familia es una realización del individuo”, dice. “Es una cultura que no piensa tanto desde lo individual, se piensa desde lo relacional”.
Según Anna, “el matrimonio es otro tipo de unión, de lealtad, de trabajar juntos, de realizar las identidades familiares y colectivas en esa unión. El amor nace de esa lealtad mutua”.
Creo que la principal cualidad de Japón es la de un país que trabaja y piensa en equipo. Es el secreto de su superación.
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