BUDAPEST Y EL DANUBIO.

Dos horas y media, tardó el tren que me llevó de Viena a Budapest. Dejamos las maletas en el hotel Carat, en la calle Király, en el corazón de la ciudad, a tres minutos de la Casa de la Opera, y salimos al Mercado Central a comer un plato famoso de comida húngara. Es un mercadillo de frutas, verduras, y puestos de venta de mercancías, artesanías. Hungría es gran productor de pimentón, de modo que hay gran venta de paprika. El edificio es alto e inmenso, en una estructura de hierro, como una estación de tren. Subimos al segundo piso y ahí encontramos la comida. Almorzamos el plato local denominado gulash, es un estofado de carne de res, y vino servido de unas masitas de pasta, llamadas nokedli. El plato de Maripaz, el mío y el de José Luis Castañeda y Patricia, su mujer, —la pareja colombiana que nos acompaña en este viaje desde el Crucero por el Mediterráneo—, los platos, digo, quedaron limpios, sin restos siquiera del guiso y la salsa. Muestra que todo estuvo rico, delicioso. Pagamos unos once dólares cada uno, por este almuerzo, incluidas una cerveza para cada uno.

Tomada de Enrique Cordoba
La embajadora Carmenza Jaramillo, el Embajador de Chile, Camilo Sanhueza y Enrique Cordoba.

Budapest es muy linda e ideal para caminar. Pest es la zona más poblada, movida, comercial y urbana. En Buda, al otro lado del río Danubio, en las colinas montañosas, están los palacios, iglesias, castillos y mansiones, huellas del Imperio Austro-húngaro.
Al visitar Buda entramos a un almacén de souvenirs, y vi cachuchas marcadas con Budapest 1873. “Es el año de la unificación de Buda y Pest, y la creación de Budapest”, me explicó la empleada. La panorámica desde esta parte alta de la ciudad, es soberbia. Hermosas casas, edificios, castillos, palacios, iglesias, una fastuosa huella de la época del del Imperio austrohúngaro.

Tomada por: Enrique Cordoba

Entre los puntos más emblemáticos para visitar puedo mencionar el imponente edificio del Parlamento, el tercero más grande del mundo, la Basílica de San Esteban, los puentes sobre el Danubio, el barrio judío, la Plaza de la Libertad, la Casa del Terror, la Gran Sinagoga, y el malecón para apreciar la caída del sol sobre el Danubio azul.

El Parlamento de Hungría, Budapest. Tomada por: Enrique Cordoba
Catedral de Budapest. Tomada por: Enrique Cordoba
Famoso Hotel Gellert en Buda. Tomada por: Enrique Cordoba

Los húngaros se sienten orgullosos de ser el país con más premios Nobel per cápita, del planeta: 17 galardonados, en campos de las ciencias, las matemáticas y la literatura. Los húngaros adoran el Danubio, son nacionalistas, leen mucho, hay gran cantidad de editoriales y librerías. El idioma es uno de los más difíciles del planeta.

Su ubicación geográfica corresponde a las tierras que conquistaron en los Cárpatos. Se asentaron en este territorio hace mil años, y les ha tocado entrar en guerras que las han perdido todas, lo cual sumado a su aislamiento influye en su personalidad melancólica.


En la tarde seguimos paseando por la ciudad y pudimos comprobar las bondades de una ciudad con plazas y calles amplias para caminar. Hay muchos cafés y restaurantes, con gente en las terrazas, y se respira un ambiente agradable.

Calle de Budapest. Tomada por: Enrique Cordoba
Sisi Emperatriz. Tomada por: Enrique Cordoba

La visita al New York Café, la cafetería más bella y elegante de Budapest, fue parada obligatoria. Nos tomamos un café y nos deslumbramos ante tanta belleza, lujo, esplendor y leyendas.

New York Café de Budapest. Tomada de Enrique Cordoba


En Budapest paseamos sin prevenciones, en un ambiente seguro. El turismo después de la pandemia se ha disparado; se encuentran visitantes de docenas de países.
Otra tarde compramos tiquetes y subimos al bote para hacer el recorrido por el río. El paseo por las aguas del Danubio, que se lo recomiendo a todo quien visite a Budapest, es inolvidable. La vista es preciosa, sobre todo cuando cae el sol y luego para tomar fotos de las dos orillas de la ciudad, en la noche.

Poliglota tunecino en Budapest. Video por: Enrique Cordoba

Tener una amiga y embajadora como Carmenza Jaramillo, además de ser un honor, es una lotería. Es una dama de reconocida calidad humana y profesionalismo, que valora el concepto de la amistad. La última noche de nuestra visita a Hungría, nos ofreció una cena, con la asistencia de Camilo Sanhueza, Embajador de Chile en Hungría, en un conocido restaurante, en la Plaza del Parlamento, a orillas del río. En esa amena tertulia de despedida, brindamos con un exquisito Cabernet Sauvignon Attila Gere, Villány húngaro; conversamos de nuestro extendido viaje por Europa y nos compartieron impresiones y experiencias de su vida en ese país de milenaria historia.
Una de las gratas sorpresas fue encontrar a Juan Sebastián Collazos, ganador del Premio Nacional de Piano en Colombia, 2018, que lo hizo merecedor de una beca en la prestigiosa Academia Liszt de Budapest. “Extraño mi Valle del Cauca”, respondió y expresó: “como dijo Rocío Durcal, la costumbre es más fuerte que el amor y uno se acostumbra a las cuatro parades” Collazos en tres años se ha convertido en un talentoso artista que reparte el tiempo con sus alumnos y ofreciendo conciertos por las capitales europeas. Volveré a Budapest a descubrir otros destinos y a entrevistar a Jorge Gaitán, a quien no pude visitar en su remanso a orillas de un lago, a una hora de Budapest.

Con el pianista Juan Sebastián Collazos. Tomada por: Enrique Cordoba
Vista del río Danubio. Tomada por: Enrique Cordoba
Puente sobre el Danubio. Tomada por: Enrique Cordoba
Parlamento. Tomada por: Enrique Cordoba

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7 comentarios

  1. En los años sin saber de ti, creo que tú reaparición me ha brindado esa alegría del reencuentro que en contadas alegrías nos da la vida. Salud viejo amigo y sigue acumulando éxitos.

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