Sinagogas, playas y compras en Curazao

ENRIQUE CÓRDOBA

ESPECIAL/EL NUEVO HERALD

Estoy en el puerto de Willemstad, la capital de Curazao, recostado en un cañon de hierro del siglo XVIII viendo pasar a unas turistas buscando el lugar de las compras. “No de más vueltas, en Otrabanda son las compras baratas”, le aconseja una nativa.
Los perfumes, licores y diamantes de esta isla de 444 kilómetros cuadrados atraen a muchos turistas. Sin embargo, en Curazao también se puede disfrutar de un mar de verdes y azules, exquisita cocina, experimentar la cultura holandesa en las Antillas, ir de pesca, conversar con los curanderos, visitar el jardín botánico y recorrer el refugio de Bolivar en 1812.
Esta isla pasó del dominio español al holandés, en 1634 con la llegada de una flota naviera que conquistó este territorio. Allí venía Samuel Cohen, intérprete y primer judío en poner pié en Curazao. Luego arribaron de Amsterdam dos contingentes de judíos. Primero fueron doce familias hebreas y luego 70 colonizadores quienes trabajaron la tierra, abrieron tiendas, fundaron un barrio judío “jodenkwatier” y crearon el primer campo santo “Bet Halm” y la primera sinagoga de América.
A los turistas que entran a esta sinagoga construida en 1674 en la zona de Punda, al estilo de Grote, en Amsterdam, les llama la atención su historia y el piso en arena blanca que simboliza la travesía por el desierto de Egipto hacia la tierra prometida. El portal es de cerámica española, su interior es de caoba de aquellos siglos y los cuatro bellos candelabros son de cobre. A pocos pasos un museo judío levantado donde vivió el rabino. Dos sillas de Elías, del siglo XVII, un rollo de tora del 1492 y decenas de libros, documentos, artículos y recuerdos familiares.
En Curazao se conserva no solo el primer cementerio judío de América, sino la tumba más remota y corresponde a Rivka Spinoza fallecida el 25 de enero de 1695, hermana paterna del famoso filósofo neerlandés Baruj Spinoza, uno de los tres grandes racionalistas junto con el francés Descartes y el alemán Leibniz.
Este campo santo esta rodeado de viejas edificaciones y tiene más de 2,500 tumbas identificadas y marcadas con leyendas en varios idiomas.
Muebles, documentos, fotografías, bandera y trajes usados por el Libertador Simón Bolivar durante sus meses de refugio en esta isla en 1812, se conservan para vista del público en el Octagón, un edificio en la zona de Punda. La hospitalidad se la brindó el rico e influyente abogado curazoleño Mordechay Ricardo quien ayudó a Bolivar con dinero y lanchas para seguir hacia Cartagena en su afán libertario.
Curazao con solo 150,000 habitantes, está poblado por gentes de más de 50 nacionalidades que hablan holandés, inglés y español, además del papiamento, un dialecto tropical mitad portugués mitad español.
Hay que darse una escapada a la capital y pasar por el puerto, entrar al mercado publico para hablar con las gentes y saborear la comida que le sirven a los locales. Allí cerca se reunen vendedoras de pinturas al óleo de gran colorido que ofrecen las canvas de artistas isleños, mientras alimentan a sus infantes sentadas en la banca de una esquina.
Los amantes de los deportes de mar se dan banquete en las ensenadas y el mar de Curazao.•

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