Corralejas, ganados y festejos del Sinú

ESPECIAL/EL NUEVO HERALD

Viajes en canoas por el río y en lanchas por el mar, ver ordeñar las vacas y búfalas en los corrales; montar a caballo, ver tocar a una banda de músicos, degustar un sancocho de pescado en el mercado, escuchar los cuentos de los campesinos al atardecer y hacer la siesta en una hamaca en una cabaña. Es lo que encuentra el turista que se aventure a ir -tres horas por carretera- al occidente de Cartagena y quiera conocer el Valle del Sinú.
Es un destino diferente para conectarse con la vida sencilla de pescadores que viven en una choza con humor y alegría. Tiran la atarraya cuando quieren comer pescado o van a la huerta a cortar unos plátanos para los tostones de la comida.
El gobierno colombiano está empeñado en fomentar el turismo rural. Con este propósito ofrece créditos y asistencia para adecuar las fincas y mejorar la infraestructura veredal.
El recorrido desde Cartagena es de 250 kilómetros para llegar hasta Montería, la capital de Córdoba. El departamento tiene una superficie de 23,980 kms2, la principal fuente económica es la ganadería y posee el 40 por ciento de la población ganadera de Colombia.
La vía esta pavimentada y se extiende por tierras de sabanas muy fértiles siguiendo la misma ruta de la expedición española –al mando de Antonio de La Torre y Miranda- que concluyó con la fundación de Santa Cruz de Lorica, en 1776. En el camino hay puestos de venta de toda clase de frutales a la orilla de la carretera como mangos, sandías, bananos, piñas, nísperos, naranjas y guayabas. Los lugareños también ofrecen venta de gallinas, conejos y pájaros. La zona comprende las siguientes poblaciones: San Onofre, Tolú, Sincelejo, Coveñas, Lorica, Cereté y Sahagún, y presenta marcados contrastes socioeconómicos.
El viajero puede ver bellezas naturales de bosques y paisajes de mar en el Golfo de Morrosquillo. Enormes cultivos tecnificados de palma africana y grandes haciendas de ganado Brahman y Cebú. Al lado de caseríos y poblaciones con precarias viviendas, escuelas, tiendas, bares y gentes con características culturales similares a Africa.
Tienen gran imaginación y vocación por la narrativa oral a través de historias que se transmiten de unos a otros. El novelista Gabriel Garcia Márquez inmortalizó en su obra algunos aspectos que forman parte de las vivencias y cotidianidad de estos pueblos.
Las corralejas son festejos populares con 30 toros cada tarde, que se realizan en una veintena de pueblos, todos los años en el verano. Abundan las celebraciones como el Reinado Nacional de la Ganadería y las fiestas del algodón. El festival del Burro, en el municipio de San Antero es un concurso de asnos disfrazados. Por lo general son parodias tomadas del acontecer político.
El Festival de Porro de San Pelayo congrega para la fiestas de San Pedro el 29 junio, a medio centenar de bandas de músicos. Durante un fin de semana buscan el reconocimiento interpretando ritmos regionales como porro y fandango, hasta el amanecer.
El sombrero “vueltiao” –convertido en símbolo de la colombianidad- lo fabrican indígenas de San Andrés y Tuchín (Córdoba). La arepa de huevo, junto con las carimañolas de yuca, los kibbes que trajeron los árabes y las empanadas de carne son componentes con el pescado, de la gastronomía de este sector de la Costa.
Un recorrido por estas tierras de la cumbia, el porro, y la hamaca, es descubrir otra de las ricas vertientes culturales de Colombia.•

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