Joropo, morichales y carne a la llanera
ENRIQUE CÓRDOBA ESPECIAL/EL NUEVO HERALD.- Son un tercio del territorio colombiano. Nacen a una hora de Bogotá y se extienden hasta la frontera venezolana. Sus pobladores viven en los departamentos de Arauca, Casanare, Meta y Vichada. Como en Apure, (Venezuela), se caracterizan por su sencillez y espíritu indomable. Francos y hospitalarios, suelen dar posada al peregrino. Amantes de la vida en los hatos, son madrugadores y toman el café cerrero (sin azúcar). Se dedican con pasión a la cría y ordeño de ganados. Cantan y contrapuntean con arpa, cuatro y capachos y andan de a caballos libres como el viento. Después de una pausa obligada de varios años a causa del conflicto armado, los Llanos Orientales se han puesto de moda para el turismo de campo. Villavicencio, la ciudad más importante del departamento del Meta, se acerca al millón de habitantes y es conocida como “la puerta de Media Colombia”. Es la cabecera de una docena de poblaciones como Yopal, Cumaral, Villanueva, Paz de Ariporo y Arauquita, que deben su auge a la producción de 900,000 barriles diarios de petróleo. Siete de cada 10 técnicos son venezolanos que han contribuido al boom energético colombiano. Inversionistas nacionales y extranjeros, han puesto sus ojos en fincas agroindustriales y de recreo, y en cultivos de palma africana. La geografía de esta región está adornada de morichales y bellos atardeceres. Las llanuras son verdes como una mesa de billar y en la lejanía parece que no tuvieran fin. Hay hoteles y fincas acondicionadas con cabañas donde el visitante puede dormir en chinchorros, salir en cabalgatas o de cacería, o ir a un río. La “mamona” a la llanera es lo más típico de la gastronomía y consiste en poner a la brasa tiernas carnes de una ternera de entre 12 y 18 meses de edad. Se acompaña con papas, yuca, plátano verde o maduro y picante a base de ají, cebolla, cilantro y aguacate. Beben aguardiente, cerveza o refajo, una mezcla de cerveza con cola. La música llanera con sus cantautores que expresan en joropos, pasajes y tonadas las vivencias del hombre y la mujer llanera, atraen al turista por su ingenio y ritmo. “Carmentea” el joropo que su autor Miguel Angel Martín compuso a una enamorada, es un ejemplo, y empieza asi: “Cantar del llano, cantar de brisas del río/ Ay! Carmentea tu corazón será mío”. El verso final dice: “Tu cuerpo de palma real,/ tus labios de corocora,/ y esos cabellos tan negros/ de que mi alma se enamora”. “Los bailadores profesionales se visten con liquiliqui, un traje que data del siglo XVIII, el mismo que usó Gabriel Garcia Marquez en la ceremonia donde recibió el Nobel”, comentó Bernardo J. Rocha, profesor del colegio Caldas, personaje muy apreciado en Villavicencio. “El sombrero es el borsalino, pelo de guama o de fieltro. Se calzan con alpargatas de suela lisa y dura para que suenen al zapatear”, me dijo Rocha. Al atardecer del viernes en un bar de San Martín, la capital ganadera del Meta compartí unas horas con gentes lugareñas entre cervezas y folclor. A la media noche me fui a dormir a una acogedora finca donde los vaqueros crían ganados Cebú y Brahman, una raza ideal para carne en estas tierras tropicales. El viaje me acercó por unos días a la otra Colombia, a la maravillosa, con paz y bellezas naturales; la que no visitaba por temor a la guerrilla.• enriquecordobaR@gmail.com Read more here: http://www.elnuevoherald.com/2012/02/12/1123603/joropo-morichales-y-carne-a-la.html#storylink=cpy
Un post muy interesante. Gracias por la ilustración. Reciba un cordial saludo.