Los taxistas

Los taxistas
ENRIQUE CORDOBA
Los taxistas son unos personajes complejos por su diversidad y, al mismo tiempo, fascinantes como fuente informativa de primera mano.
En mi trabajo de cronista acostumbro a conversar con ellos y siempre me ayudan a tomarles el pulso a los pueblos que visito.
Conservo buenos amigos taxistas en Jerusalem, Cairo, Lisboa, Bogotá, Mumbay o Nueva York. Desde hace varios años decidí conservar sus telefónos, que me han sido útiles al momento de regresar a esas ciudades o para recomendárselos a los amigos viajeros. Ellos saben dónde se come bien –que generalmente, como en el caso de Italia, es donde va a mangiare la gente local. Los taxistas dominan los recovecos de la ciudad, son los periodistas privados que saben lo que pasa en la política, la economía y cuentan los secretos de lo que ocurre a los de abriba y los de abajo.
De Miami guardo una lista cercana a la docena que me han prestado sus servicios a lo largo de 22 años que llevo viviendo aquí. Con las historias que han vivido hay material para escribir novelas.
»Una pareja me contrató para que semanalmente los recogiera en su casa en Coral Gables y les diera la vuelta por el Palmetto», me confesó uno. «La única condición: una cortina en las ventanas y no mirar hacia atrás para respetarles la privacidad de sus amoríos».
El caleño Carlos Espinosa después de trabajar en Alaska un tiempo viajó en su taxi dos días por Alaska, dos por Canadá, entró por Montana y en nueve días cubrió seis mil millas hasta llegar a Miami, donde trabaja en Metrotaxi con el número 1,550.
Antes de ser taxista, el paisa Próspero Cardona arreglaba muertos en una funeraria de Miami. »Mi primer susto me lo dio un cadáver en la madrugada», dijo. «Yo lo componía, lo vestía y lo maquillaba y al rato el muerto se me movía. Yo salí corriendo horrorizado».
Recorrer Buenos Aires de la mano de un taxista es un deleite, son muy elocuentes, conocen la historia de las calles, los personajes de la ciudad y recitan la letra de sus tangos predilectos.
Con el desempleo en otras capitales latinoamericanas como Bogotá este trabajo está compartido entre economistas, abogados y administradores de empresas.
En Lorica, el pueblo de mi infancia, los taxis son aquellos jeeps que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial y que para el gusto de la clientela deben poseer un buen equipo de sonido y los últimos vallenatos de Diomedes Díaz.
Del anecdotario de lo que me han relatado taxistas de otros lugares escribiré en otra ocasión. Prefiero aprovechar el tema para plantear el problema del servicio de taxis en Miami, porque del tipo de taxistas y de las condiciones del medio de transporte que tenemos en Miami podemos hablar con propiedad quienes por motivos del trabajo los usamos con frencuencia.
Cuando me toca un conductor amable y el vehículo está limpio y adecuado, me siento afortunado. No siempre es así, porque me he subido a taxis con choferes que son una pesadilla. Descorteses y malhumorados con unos automóviles que huelen a camello, cigarrillo o comida.
Existen taxistas que son dueños de sus licencias o »medallones»y se da el caso de dueños de uno o varios «medallones» que inclusive no residen en Miami. Otros pagan semanalmente al dueño del medallón y son propietarios de sus autos, le pagan a la empresa de taxis por la afiliación y corre por su cuenta el servicio de radio y cancelan su seguro. Y están los taxistas, que no tienen medallón ni autos, que alquilan los vehículos por horas y deben pagar una suma por ese tiempo.
La mayoría de los taxistas son haitianos, paquistaníes y latinos.
Para Miami, Miami Beach, Coral Gables y demás ciudades del condado que dependen económicamente del turismo, este debería ser un asunto para darle toda la atención del caso, si es que uno cree que tenemos autoridades serias, responsables y a quienes les duele lo que ocurre en nuestro medio. Los taxistas son la primera impresión que tiene un turista al llegar a la ciudad.
La alcaldía debería hacer una campaña para que los usuarios de los taxis también aprendan a usar este servicio. En muchos casos piden un taxi y no lo esperan, contratan al primero que pasa y no tienen la cortesía de llamar y cancelar el servicio. Esto es muy común entre los latinos, no así entre los anglos, que respetan el taxi que se pide.
Todos, autoridades, taxistas y usuarios debemos buscarles solución a nuestros problemas para tener una ciudad más amable y grata.

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