Narcocharla con un filósofo

Narcocharla con un filósofo
ENRIQUE CORDOBA
El taxista contestó a mi pregunta sin pensarlo dos veces: Oiga, mi charro, la verdad es que nuestra ciudad es segura, por aquí sí hay mucho »narcomenudeo», junto a los colegios y las discotecas, pero los crímenes están en la frontera, donde opera el cartel de Sinaloa.
El novelista mexicano Paco Taibo II, quien acaba de publicar una biografía de Tony Guiteras (Editorial Planeta), el cubano que rara vez sonreía –a quien dedicaré una próxima columna– se quejó al decirme: México ha puesto 5,500 muertos en dos años y en Houston no cae nadie, ¿qué guerra es esa?
Sucedió la semana pasada cuando Guadalajara se viste de galas para recibir a los escritores, editoriales y gente dedicada al mundo de los libros, en el marco de la Feria Internacional del Libro, considerada la número uno en Iberoamérica.
Me encontré con Fernando Savater, filósofo español que se enloquece con las carreras de caballos y la vida de los hipódromos.
Tambien le toqué el tema en el que América Latina y Estados Unidos tienen un papel decisivo: la guerra contra las drogas.
Antes él le había dicho al líder del grupo rockero Maná, que debido a que tenía facilidad para expresar las cosas y «como soy ignorante creo que sé explicar mejor las cosas que los sabios, que como saben tanto no entienden que los demás no sepan».
«Hay que despenalizar las drogas –me dijo—. Se legaliza lo que siempre estuvo prohibido y de pronto se decide que no lo esté».
«Pero las drogas empezaron no prohibidas, luego se prohibieron y yo lo que pido es que dejen de estarlo otra vez para que dejen de ser un negocio monstruoso como lo es hoy».
Los colombianos empezamos a oír de los cultivos ilícitos en los años sesenta, cuando nos informamos de la marihuana cultivada en la Sierra Nevada de Santa Marta. El área se fumigó con un químico llamado paraquat, hacia finales de la década de 1970, con trágicas consecuencias ambientales y sociales. Le salió competencia en California y en Colombia la marihuana fue sustituida en gran parte por coca y amapola en las décadas de 1980 y 1990.
El negocio de la droga penetró todos los estamentos sociales del país y el dinero enriqueció y corrompió hasta al propio Miami que yo descubrí a mi llegada en 1987.
El narcotráfico sigue siendo un factor desestabilizador para Colombia y un gran negocio internacional.
Siendo Estados Unidos un país tan poderoso, ¿por qué no se gana la guerra contra las drogas?
La guerra no se ha querido ganar porque hay mucha gente beneficiada.
Me lo confesó Michael Levine, ex agente de la DEA, frente a un café en Coral Way. Mucha gente, tanto los narcotraficantes como los que los persiguen, viven de la prohibición. Es una guerra que a todos les conviene que sea inacabable.
»Hasta que no se acabe la prohibición, todos seguirán sacando ventaja de la prohibición», asegura Savater.
«Uno de los grandes perdedores es América Latina –le digo–. Pierden las democracias amenazadas por el narcotráfico, que son prácticamente incapaces de superar lo que es ese negocio y esa mafia con esa cantidad de recursos a su disposición».
Agrega Savater: «Hay estados que sencillamente por muy buena voluntad que tengan no pueden luchar contra ella. Siempre la corrupción, la violencia vencerán».
Los cultivos ilícitos abren puertas para que se siga fumigando y en vez de reducir los plantíos de coca, se destruye la naturaleza y se afecta la vida de los campesinos. Unos se enriquecen, otros se aprovechan y Colombia pierde.
Centenares de estudios lo confirman: mientras haya prohibición será un gran negocio.
»Los mexicanos no saben lo que les viene encima porque lo desconocen, y por esa razón minimizan sus consecuencias», le comenté al escritor jaliciense Jesús Cruz, autor de Cuando estallan las ciudades.
Quienes hemos padecido ese cáncer del narcotráfico sabemos que tiene el poder destructor de los huracanes. El mal un día llegó sin avisar y cambió la vida de los colombianos, y aún no termina.
Es absurdo, pero no innegable, en América Latina los males son contagiosos.

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