Taiwan, el secreto del éxito económico

ENRIQUE CORDOBA: Taiwan, el secreto del éxito económico
By ENRIQUE CORDOBA
Amediados del mes pasado, en la capital de Taiwan un ascensor nos trasladó del piso quinto al noventa y uno y allí el guía nos aseguró que ese era el ascensor más veloz de la tierra y que estábamos en el edificio más alto del mundo, inaugurado en el año 2004.
La panorámica desde la torre Taipei 101, muestra una ciudad vibrante, con el trazado contemporáneo y las obras de cualquier capital occidental, cruzada por largas avenidas, puentes de diseños futuristas sobre el río Keelung y túneles penetrando montañas por el costado sur de la urbe.
Abajo, en tierra, Taipei parece, guardando las proporciones, una réplica de Hong Kong o Manhattan. Es un enjambre de calles, avisos publicitarios, fábricas, escuelas, almacenes y talleres con un pueblo de vocación laboriosa que nunca para. La gente se mueve como hormigas de a pie, en bicicletas, en autos. Miles lo hacen en motos conducidas por hombres y mujeres que se abren camino silenciosamente por las vías en su mayoría señalizadas en chino e inglés.
–Llegué desde Cantón a los ocho años con mi padre –me dijo Benjamín Lu–. Cruzamos el estrecho de Taiwan huyéndole a la guerra y al comunismo y construimos este país con nuestro propio esfuerzo.
Actualmente 23 millones de chinos taiwaneses representan una de las economías más poderosas del planeta gracias a su laboriosidad y avances en ciencia y tecnología.
Hoy Lu es dueño de una empresa que inunda los mercados del mundo con artículos diversos, electrónica y piezas para computadoras. Su hijo es egresado de una universidad de Estados Unidos y propietario de una compañía que tiene diez mil empleados en China continental.
–Nuestras inversiones dentro de la China superan los diez mil millones de dólares –afirma Lu–. Tenemos cinco mil millones en Vietnam, otro tanto en Corea del Sur, tres mil en Tailandia, en Filipinas. Son más de 20 billones en esta parte de Asia –dice–. Los de allá y los acá todos somos chinos –enfatiza.
–Hace treinta años, antes que los norteamericanos y que los europeos, nosotros asesoramos a China en términos de gerencia, capital, ciencia y tecnología y reglas –dijo Stephen S.F.Chen, ex embajador de Taiwan en Washington antes de que Taiwan perdiera su escaño en la ONU por la entrada de la República Popular China.
El gobierno de Taiwan sostiene que la isla de 36,000 kilómetros cuadrados «es una república y un estado soberano que mantiene su propia defensa nacional y conduce sus propias relaciones exteriores».
Los funcionarios de Pekín hablan de «una sola China y dos sistemas».
–Nosotros queremos ser un país independiente y libre –declaró Chen–. Queremos que China también sea como nosotros –insistió. Ganar un espacio internacional y el mayor reconocimiento de la comunidad de naciones es un propósito nacional de los taiwaneses. Este es un asunto muy sensible entre las dos China, que cada día se acercan más a través del intercambio de misiones diplomáticas y el turismo.
–¿Cuál es el secreto del éxito de la economía de los chinos?
–La democracia y el trabajo –me respondió el embajador Chen.
–En América Latina también tenemos sistemas democráticos y la gente trabaja –le repliqué a Chen.
–Sí, ustedes tienen muchos recursos –dijo–. Pero nosotros le hemos dado mucha importancia a la educación.
Efectivamente, hay más de 40,000 taiwaneses estudiando en universidades de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, principalmente.
Cuando el embajador Chen dio la bienvenida al presidente Ma Yinh-jeou, al instalar la conferencia sobre los 30 años del Acta de Relaciones Comerciales de Estados Unidos y Taiwan, comentó: «Usted se encontraba estudiando en la Universidad de Harvard cuando se pactó este acuerdo».
En los siguientes días pude entrevistarme con el Dr. Cheng Tuan-yao, quien fue profesor de Georgetown University. Luego fui al palacio presidencial construido por los japoneses en la época del dominio nipón allí y conversé con el Dr. Ho Szu yin, secretario general adjunto del Consejo de Seguridad Nacional. Más tarde me vi con San Gee, vicepresidente del Consejo de Planificación y Desarrollo Económico, y en los días subsiguientes conocí a cerca de ochenta taiwaneses en despachos de gobierno, institutos de estudios y agencias consultoras, y me llamó la atención que todos mostraban sus títulos de doctorado obtenidos en Estados Unidos y Europa.
Junto a la preparación, debo destacar la seriedad y amor por su país con el que asumen su oficio y responsabilidad los chinos de esa isla que alucinó a los portugueses y la bautizaron como hermosa o Formosa.
Dos días de vuelo entre ida y venida desde Miami hasta Taiwan bien valen la pena para vivir la experiencia de lo que ha podido desarrollar este pueblo. Hace un tiempo la única referencia eran los productos: Made in Taiwan. Hoy comprobamos este gran fenómeno: una economía que hace cuarenta años era inferior a muchos o a la mayor parte de los países de Latinoamerica hoy es ampliamente superior.
Mientras nuestros dirigentes no le den seriedad e importancia a la educación y en tanto no haya moral en quienes gobiernan, América Latina seguirá siendo vivible para unos pocos.

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