Paseo por Totana y Caravaca

Recorrido por Totana y Caravaca

Llegamos a Totana, desde San Pedro de Pinatar, el último día de octubre y encontramos que el verano también se había tardado en Murcia, este otoño del 2021.

Para nuestras cuentas era el día 72 de la excursión, desde que salimos de Miami en agosto, y que nos ha llevado a Madrid, Menorca, Cerdeña, Malta, Santander, Galicia, Asturias, el Camino de Santiago, Portugal, los pueblos bellos de la provincia de Cádiz, Andalucía, y ahora por Murcia.
Murcia es una comunidad española a orillas del Mediterráneo, y la llaman la huerta de Europa; de sus campos salen miles de camiones refrigerados para surtir de hortalizas los supermercados de toda Europa.  

Hace unos veintiséis años vine a esta región del sur de España para visitar a Manolo y Paquita, los Muher, una pareja de artistas y arquitectos, cuya pintura son poemas de colores, dibujados con realismo y fantasía, que emocionan y llegan al alma.

En otra ocasión concurrí en Mazarrón, con Zoé Valdés, la escritora cubana residente en Paris, a un evento literario organizado por la Universidad. Los Muher construyeron a partir de un galpón en un peladero, lo que hoy es un hermoso palacete de corte morisco como de revista, con fachada de 35 metros. Desde la atalaya, y a través de los ventanales inmensos de la villa se ven el parque natural de las sierras de Espuña y algunos huertos vecinos.

La explanada es ajardinada, escalonada mediante terrazas que recrean diversos ambientes, patios con palmeras traídas de Egipto, un torreón marroquí y una piscina inspirada en sus estancias en el Caribe, que parece diseñada para una película de hadas. Todo inmenso en un paisaje rodeado de árboles y exuberante naturaleza, creado por ellos y levantado con arte y el buen gusto realizado a cuatro manos.

Al tercer día, Dolores Medina, caravaqueña, amiga de infancia de Paquita, nos invitó a pasarnos el día en su pueblo, Caravaca de la Cruz, una ciudad de 35.000 habitantes, en terrenos dominados por la sierra, a 80 kilómetros de Totana. Es famoso por su cruz doble, que aquí veneran desde el año 1232, y regalan como amuleto de protección contra todo mal. Según el Vaticano es una de las ocho ciudades santas, y destino de peregrinación de los cristianos.

Subimos al Castillo para visitarlo, entramos a la iglesia y divisamos la panorámica de los techos de las casas de la ciudad. Mirando al horizonte Dolores, nuestra amiga, recordó la siguiente leyenda: “el rey Abusei, se separó de la reina, Aixa, y le dijo mora tu allá. En este instante nació otro pueblo murciano también de origen romano, con el nombre Moratalla”. Su población es de 7.839 habitantes y dispone del mayor conjunto de arte rupestre mediterráneo de Murcia.

Almorzamos arroz negro con mariscos en el restaurante de unos excelentes cocineros cartageneros y luego nos escapamos a descansar al aire libre, en un paraje natural muy cercano de Caravaca. Son 17 hectáreas de abundantes encinas, pinos, aves, ardillas y leyendas y magia, atravesadas por un riachuelo de aguas cristalinas.

El otoño tardío se expresaba en los colores amarillos, ocres y rojizos de las hojas de los árboles.

La fiesta de los caballos del vino, que se celebra en Caravaca desde hace siete siglos, será otro motivo para volver en mayo, visitar a los Muher y degustar sus pochas con almejas y fideuá, en la sierras de Murcia.

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