Recorrido por el celestial Monte Saint Michel

Es un lugar celestial. A dos kilómetros de distancia el Monte Saint Michel es una escultura sobre una roca.

Caminamos junto a diez mil turistas que la visitan cada día y ya de cerca nos deslumbró ver la impresionante abadía que empezaron a construir en esa altura, hace casi mil años.

El sol brilló para hacer más grato el peregrinaje. Por los caminos empedrados desde el medioevo, la tarde que fuimos, unos ascendían y otros bajaban del monte. Las tiendas y los restaurantes, llenos a reventar. 10 euros vale la entrada a la abadía.

Uno se pregunta: cómo pudieron levantar una maravilla de arte y belleza en un pico rocoso. En el pueblo viven 36 personas, incluidos una docena de hermanos y hermanas de la fraternidad de Jerusalem.

No se esperaba tanta gente, el domingo que fuimos. Se agotó la comida y tuvimos que llenarnos con lo que había. Pero cumplimos con ir al segundo destino, después de París, más visitado en Francia. Y vale la pena, para ver tanto ingenio y audacia sobre 90 hectáreas a 80 metros de altura.

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