La política es chévere, dice Alexis
ENRIQUE CORDOBA: La política es chévere, dice Alexis
By ENRIQUE CORDOBA
De la nota publicada por el New York Times el miércoles pasado registrando el fallecimiento de Raúl Alfonsín, me llamó la atención un comentario que lo señalaba como »el único presidente de la democracia argentina que no fue acusado de corrupción». Esta precisión tiene la contundencia de una bomba y encierra la gravedad de los vientos que estremecen los principios y valores de nuestra vida.
¿Cuáles son los principales problemas de América Latina?, se preguntó unos días antes un grupo de académicos y periodistas, en el debate mensual que organiza el InterAmerican Democratic Institute de Miami. La corrupción y la pobreza, concluyeron.
Es un hecho irrefutable que desnuda la realidad de nuestros países y que debería avergonzar a la clase política. (Soy iluso y peco de ingenuo: acaso se puede esperar sensatez y juicio de esa especie. Si pensaran y actuaran con un mínimo grado de responsabilidad y ética, mejoraría la suerte de muchas naciones.)
No es así. Ha tomado fuerza la idea de que hacer política hoy día lleva implícita la astucia para estafar al electorado con falsas promesas, y el descaro para saquear el erario público.
2 — »Tú serías un candidato ideal porque aquí los alcaldes no hacen nada, y tú traerías ideas nuevas», me dijo una amiga en un reciente viaje a mi tierra. »El municipio tiene ahora un déficit de 30,000 millones de pesos y el alcalde anterior lo dejó con una deuda de 10,000 millones. Todos los que llegan se enriquecen y entre todos han arruinado la ciudad, no hay una sola obra para mostrar. Tú serías una opción nueva», insistió.
Una parte de la gente que ha emigrado no piensa retornar a su país de origen, pero hay otro sector que acaricia esa posibilidad. Algunos se hacen la ilusión de contribuir y poner su experiencia y contactos al servicio de sus regiones. Las cosas no cambian y el día a día se parece al que dejamos. El entusiasmo me duró pocos minutos, porque mi contertulia luego me dijo: «Para ser alcalde en este pueblo tienes que meterle mil millones de pesos a la campaña».
En épocas pretéritas los gobernantes entraban a la política a servirle a la comunidad. Lo hacían por vocación de servicio. Era un verdadero sacrificio económico. Sus ingresos personales eran menores en la vida pública que en la actividad privada, pero aceptaban los cargos por orgullo, por el bien de su tierra. Oí decir a mi abuelo que en el comercio el acuerdo de palabra era más poderoso que un pacto firmado. La moral contaba.
Hoy la política se volvió negocio. Parar aspirar a una posición en el ejecutivo o en la rama legislativa financian sus campañas con dineros propios o de inversionistas. Una vez en el gobierno manipulan el espíritu de la ley y devuelven lo aportado a través de contratos y dádivas. Esa es la razón por la cual no se ve progreso, las obras resultan de baja calidad y los únicos que se favorecen son los amigos del elegido. Hay quien sostiene que se requiere tener un hígado especial para resistir el cinismo y la vagabundería que enloda la actividad política.
Avanzada la columna, caigo en cuenta de que he traicionado la promesa que me hice de no tocar estos temas, que siempre me llevan a descalificar a quienes trafican con la política. Debe de haber excepciones, supongo.
»Esa gente tiene coraza y no le importa lo que tú digas», me dijo una amiga.
»Lo que pasa es que tú sigues pensando como lo hacían nuestros abuelos», comentó el economista Ricardo Rocha.
Esa era gente con ideales, preocupada por lo bueno para su tierra y su sociedad. »La culpa la tienen ellos y nuestros maestros», agregó.
Ellos nos metieron en la cabeza que debiamos ser correctos y terminamos en un mundo en el que uno no cabe. Somos cuadrados en un mundo circular.
3 — Llega a nuestras manos la obra del politólogo venezolano Alexis Ortiz La política es chévere, publicada por el Fondo Editorial del InterAmerican Democratic Institute. Dice su autor que es »un libro para los interesados en iniciar una carrera política». Ortiz pertenece a la escuela de los pensadores de coraje, que interpreta la política –como sostiene Enrique Ross, en el prólogo– como »el arte de gobernar» y la «ciencia del bien común».
Alexis Ortiz, un estudioso disciplinado de la ciencia política, se emociona con la política –teórica y práctica. Esa misma que usada para el engaño y beneficio de unos cuantos desgasta los partidos políticos y hace que los pueblos pierdan la fe en el sistema, lo rechacen. Luego se lanzan al abismo y estrangulan la esencia de la democracia, adoptando caminos equivocados. Ortiz, asilado en Miami, ha sido protagonista de la política venezolana y víctima de un experimento que compromete el futuro de su país y de la región.