Nicaragua y la noche que llega

Nicaragua y la noche que llega
ENRIQUE CORDOBA
Esta vez llegué a Managua al mediodía en vuelo desde Miami. En minutos recordé la pesadilla que viví aquella noche del 23 de diciembre de 1972, cuando un sismo destruyó la ciudad, causó miles de muertes y debí caminar hasta Honduras para continuar por Centroamérica, en mis primeras misiones periodísticas.
»Todos los pasajeros pueden subir al bus, menos el colombiano», dijo el agente nica de inmigración, en el paso fronterizo con Costa Rica. El estigma en las aduanas ya nos perseguía. Avanzada la noche, momentos antes del terremoto camino a la cafetería Alaska, tropecé con un pelotón de soldados. Les mostré mi identificación, pertenecían a la Guardia Nacional de Anastasio Somoza.
Fue mi primera visita a un país gobernado por un dictador.
De mis dos viajes a la tierra de los lagos y los volcanes guardo inolvidables recuerdos de su geografía exótica y el afecto de entrañables amigos, pero me afanan los días por venir. Como muchos de los países de América Latina, hoy enredados en las borrascas con las que ha llegado el siglo XXI, el país de Rubén Darío guarda los recursos y el potencial para darle no sólo alimento y bienestar a sus siete millones de habitantes, sino a medio hemisferio. En lugar de administradores responsables y sensatos, con buenos proyectos de desarrollo, el país no aprende y escoge gobernantes para jugar a la ruleta rusa.
La de Nicaragua es una triste y oprobiosa historia de intervenciones extranjeras. Es consecuencia de la ausencia de inteligencia y de responsabilidad de sus sectores dirigentes para dar con un modelo de gobierno de plena democracia, oportunidades para todos, y acertada gerencia en su desarrollo económico.
A Miami nos llegan denuncias de una situación que compromete las libertades y la sana convivencia de la sociedad. El escritor Sergio Ramírez llama la atención sobre un caso delicado: «La represión contra Carlos Fernando Chamorro no termina con el allanamiento violento y el secuestro de los archivos y computadoras de la Fundación Cinco. No hay duda que en la Fiscalía General se está preparando ya la acusación criminal en contra suya, sino es que está ya redactada y lista para ser presentada a los jueces penales, en su inmensa mayoría fieles a los mandatos de Ortega, tan fieles como los fiscales».
El politólogo Carlos Tunnermann me dice desde Managua que «se vive una persecución contra los organismos de la sociedad civil organizada que han criticado las políticas y actuaciones del gobierno como el Movimiento Autónomo de Mujeres».
«Resulta evidente que el Gobierno lo que persigue es castigar o atemorizar especialmente aquellos que se distinguen por su trabajo en pro de la institucionalidad democrática y el respeto a los derechos humanos».
El Ortega de hoy –dice Tunnermann– no tiene nada que ver con el de los ochenta. Está cada día demostrando tendencia arbitraria y no oculta el deseo de perpetuarse en el poder e irrespetar la democracia.
Para entender la Nicaragua actual hay que remontarse a la época del general José Santos Zelaya, quien chocó con los intereses norteamericanos y fue derrocado en 1909. Los marines invadieron el país y en los años siguientes la política nicaragüense fue dirigida por el »gran hermano del Norte». El general Augusto César Sandino mantuvo en jaque durante varios años a las tropas norteamericanas. Finalmente éstas se retiraron y dejaron en su lugar a la Guardia Nacional. Anastasio Somoza García, el jefe de ese cuerpo, urdió en 1934 un complot para asesinar a Sandino y hacerse con el poder.
A partir de 1937, Anastasio Somoza dirigió el país con mano de hierro. Para conseguir sus fines reformó la Constitución y selló su alianza con Estados Unidos. En ese desafortunado periodo Washington apoyó los regímenes dictatoriales en América Latina siempre y cuando le fueran fieles.
En 1979 triunfan los sandinistas. Daniel Ortega asume la presidencia como jefe de la revolución y la guerra entre hermanos deja un país destrozado, con odios y miles de víctimas.
Doscientos mil nicas se establecen en Miami y unidos a los cubanos crean un notable polo de influencia en la política de Washington. En 1985 Estados Unidos decreta el embargo comercial contra Nicaragua y estalla el escándalo Irán-contras, con participación de la CIA. Se celebran elecciones en abril de 1990, es elegida Violeta Barrios de Chamorro y miles de nicaragüenses regresan a su tierra. La sucedió en el poder Arnoldo Alemán del derechista Partido Liberal y a éste el ingeniero Enrique Bolaños a partir del 10 de diciembre del 2002. En noviembre del 2006 Daniel Ortega ganó las elecciones y asumió el poder en el 2007.
Los habitantes de Managua tienen hoy el privilegio de despertarse con un concierto de pájaros en sus patios, pero empieza a preocuparles la noche que llega.

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